*****El Callejon del Vago*****

¿Cómo expresar todas las emociones, sensaciones y pensamientos más íntimos? La escritura es para mi ese vehículo que me transporta por ese callejón infinito que permite expresarme sin censura. Es por medio de la palabra escrita, que gritó absolutamente todo lo que vocalmente no puedo hacer. Grito por lo tanto exito y de la misma forma, escribo por eso existo. Ana Perez

Monday, November 07, 2005

Insomnio

La noche transcurre lentamente
entre el sueño y el ensueño,
se entrelazan los minutos de insomnio
con las letras de mi nombre.

Entre la oscuridad y la claridad,
noche de invierno,
el tiempo

se detiene con dulce violencia.

Corriente negra de sueño
que llena mis sentidos
se construye de nada,
es martirio sin olvido.
Insomnio, humedad nocturna
donde el tiempo se detiene
y te golpea.

Fantasmas

Todas las tardes, en el parque El Mirador, Emilio y yo visitabamos la laguna de los patos . Ni agüaceros ni tardes congelantes nos impedían reunirnos a las siete en punto. Allí en el parque, desde una u otra límpida banca de metal, seguiamos las historietas que cada pato compartía uno con otro. Allí, en el parque El Mirador, con un mutisto y un interés tales, que pudiesen haber llamado la atención de no haber sido por las circunstancias en las que actuabamos.

Desde una banca, la ubicación de esta, no tiene importancia ya, Emilio y yo nos sentabamos, mudos a observar a todos esos patos de belleza sublime. Con movimientos semi mecánicos, los patos se comunicaban frente a nuestra mirada perdida. No estorbabamos a nadie, al menos eso creo. No estorbabamos de un modo sensible. La banca en la que habíamos casi tatuado nuestros nombres, estaba ubicada lejos de todos los demás expectadores. Emilio y yo no poniamos atención al mundo que nos rodeaba, sólo teníamos ojos para los patos. El porque del frio calante que invadia nuestras almas durante nuestras visitas veraniegas al parque El Mirador, aún no alcanzo a comprender.

Siempre me pregunté, ¿Por qué comparto todas mis tardes con Emilio? Debo decir que de todos los hombres, pocos o muchos, que conocí en ese mundo de vivos; los muertos no los cuento, él fue el que produjo en mi el efecto que nadie nunca había logrado producir. La impresión al conocerle fue tan fuerte que si tenía alguna imagen o recuerdo de hombres en el pasado, se borraron de mi mente al conocer a Emilio. Mi alma se lleno de gozo y sólo una estrella brillaba en mi cosmos: Emilio. La sóla posibilidad de que sus ojos se encontraran con los mios, me detenía con brusquedad el corazón. La sóla idea de pensar que Emilio me tomara entre sus brazos me congelaba el cuerpo.
Emilio poseía una belleza sublime, indescriptible. El era la viva imagen de toda belleza viviente expuesta a todas las miradas lujuriosas de cualquier mujer, joven o madura. Su profunda y dulce mirada conducía a cualquier humano hasta lo más recondito de su alma.

Todas las tardes, con ese silencio estremecedor, Emilio, sentado justo al lado mio, le clavaba su intensa mirada a las incesantes actividades de cada uno de los patos aconglomerados en tan pequeña laguna, como si buscando en ellos su propia historia. No había necesidad de articular palabra alguna, los dos sólo deseabamos contemplarnos en silencio y admirar la belleza que emanaba de los árboles frondosos de verano. Deseabamos disfrutar de la armonía de la naturaleza en plenitud que agobiaba a cualquier alma deseosa de tranquilidad.

Tengo que decir que Emilio formó parte de mi vida y fue mi muerte. ¡Qué poder más grande ejercía sobre mi! ¡Qué irreverencia de mi parte no querer arrancarme ese deseo de posesión! En vida le adoré y en muerte le perseguí. El parque El mirador, el lago, los patos, los árboles fueron testigos de mi aberración a un espíritu que no me pertenecía a mi. Ya ni siquiera le pertenecía a él...ya le pertenecía a la eternidad.

Cuanto tiempo me dediqué a perseguir a Emilio. Ahora, el silencio ensordecedor del parque, la armonía de las parejas cuchicheando, el zambullir del viento tocar las ramas de los árboles, el ruido de los patos nadando en ese lago de aguas negras, no perturbaban nuestra eterna estadía porque ambos ya estabamos muertos.


Ana Pérez

Nada te turbe

Nada te turbe,
nada te espante,
Dios no se muda.

La paciencia
todo lo alcanza,
quien a Dios tiene
nada le falta
Solo Dios basta.

Santa Teresa de Avila

No puedo dejar

No puedo dejar que la vida se me escurra entre los dedos,
No puedo dejar que el alma me penda de un hilo,
No puedo dejar de gritar que existo
No puedo dejar.